Ha sido un proceso largo el descubrir la necesidad de tener mujeres a mi alrededor durante mi proceso de restauración. Ha sido difícil comprenderlo y mucho más difícil ser intencional en buscar mujeres que sean parte significativa de mi vida.

Crecí al lado de mis dos hermanos varones quienes me enseñaron a relacionarme con hombres pero también me ayudaron a sentirme segura mientras sobrevivía a una dura infancia y adolescencia.

Mientras crecía, sentía una necesidad emocional abrumadora y confieso que traté de calmarla la mayor parte del tiempo con relaciones masculinas (era lo que aprendí a hacer, sentirme segura con un hombre).

Sin embargo, el pecado sexual distorsiona por completo el significado de las relaciones con un hombre. Si bien es cierto, pueden llenar esa necesidad emocional; esto durará unos instantes nada más. Satisfacer la necesidad emocional con el pecado sexual sólo te deja más necesitada. Aprendes que necesitas dar tu sexualidad para sentirte segura, aprendes que es tu cuerpo el que tiene valor, dejando por un lado las emociones y sentimientos.

Con el tiempo, descubrí que sólo tenía amigos hombres y aun cuando ya no estaba involucrada en pecado sexual; las amistades con hombres seguían siendo mi principal fuente de satisfacción emocional. No es que la amistad con hombres esté mal, es que para seguir avanzando en mi proceso de sanidad, debía dejar la comodidad de sentirme segura sólo con hombres.

Recuerdo claramente cuando Dios me lo mostró. En mi corazón me repetía una y otra vez: “esto no está mal, no estoy en pecado… no tiene por qué estar mal”.

De pronto escucho una voz en mi interior diciendo: “Es cierto, no está mal. Te di amigos hombres porque sería la única manera de sentirte segura para avanzar en tu proceso. Pero ahora, necesitas sentirte segura en MÍ. Yo te proveo de mi amor de muchas formas, una de ellas es a través de la amistad con mujeres”. Dios atrapó mi corazón con esas palabras y desde entonces he aprendido a relacionarme con mujeres más que con hombres.

Las mujeres fuimos creadas de forma única y especial. Tenemos en nuestro ADN la capacidad para hacer comunidad. Somos menos competitivas lo que nos hace colaborar y socializar con otras personas con más facilidad.

Estudios demuestran que cuando hay peligro o ansiedad a nuestro alrededor (Taylor 2002), las mujeres tendemos a buscar a nuestros seres amados para protegerlos. Tenemos un instinto natural para cuidar a los demás especialmente a los más necesitados.

Cuando estás en pecado sexual (teniendo relaciones sexuales con hombres), este instinto natural se bloquea y las relaciones con otras mujeres dejan de ser prioridad. El instinto se sustituye con la necesidad de calmar tu ansiedad tendiendo relaciones sexuales con hombres.

Esto hace que las relaciones con mujeres sean difíciles y si consigues amistades con mujeres; la mayoría de ellas será para continuar con el pecado sexual.

Relacionarte con mujeres cuando estás en tu proceso de restauración es necesario y vital. Las mujeres pueden proveerte cuidado y soporte emocional como ningún hombre lo puede hacer. Así lo diseñó Dios. Las amistades con mujeres pueden nutrir tu alma y devolverte el estima que buscas en ti misma.

A lo largo de la Biblia podemos ver el papel fundamental de las mujeres para sostener a la humanidad. Ahora mismo puedo pensar en Loida y Eunice, en Rut y Nohemí, en la valiente Ester y muchas más.

Poco después, Jesús comenzó un recorrido por las ciudades y aldeas cercanas, predicando y anunciando la Buena Noticia acerca del reino de Dios. Llevó consigo a sus doce discípulos, junto con algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaban María Magdalena, de quien él había expulsado siete demonios; Juana, la esposa de Chuza, administrador de Herodes; Susana; y muchas otras que contribuían con sus propios recursos al sostén de Jesús y sus discípulos. Lucas 8:1-3 NTV

Me conmueve leer sobre estas mujeres que acompañaban a Jesús. El común denominador que las distingue es que fueron sanadas y restauradas por el mismo Jesús. Es impresionante que fueron parte de su ministerio junto a sus discípulos.

Pero lo que más llama mi atención es que “contribuían con sus propios recursos al sostén de Jesús y sus discípulos”. Seamos honestas, sostener a otros es nuestra mejor característica como mujeres.

¿Comprendes lo necesario de que otras te sostengan mientras estás en un proceso de restauración? Puedo imaginar a estas mujeres que acompañaban a Jesús; juntas preocupadas por el bienestar del Maestro y sus discípulos. Haciendo comida deliciosa para alimentarlos, procurando la comodidad y el cuidado de ellos. ¿No es esto lo que necesitas?

Necesitas a alguien que te alimente emocionalmente, que procure tu seguridad y cuidado mientras atraviesas el camino de la restauración.

Seré honesta, aprender a convivir con mujeres me ha costado esfuerzo, tiempo, recursos y principalmente humildad para reconocer que las necesito… si, necesito amigas mujeres cerca de mí.

Necesito de adultas mujeres, necesito cariño de una madre, necesito cuidado de hermanas y esto sólo lo he encontrado en las mujeres.

Prometo tomar un momento para orar por tu vida. Que Dios provea de ese cuidado femenino que necesitas para seguir creciendo y sanando tu corazón.