Una multitud de gente con hambre seguía a Jesús ese día. Ayer habían salido a escucharlo predicar y para su asombro, él alimentó a más de cinco mil de ellos con sólo unos panes y unos peces que un niño traía para su almuerzo. Luego Jesús se fue al otro lado del lago. Al día siguiente, cuando llegó la hora de comer, la gente buscó a Jesús otra vez la ayuda de Jesús para hacer el almuerzo.

El capítulo 6 del evangelio de Juan narra cómo la gente se acerca aparentando genuino interés:

—Maestro, ¿cuándo llegaste acá? (v. 25)

Pero Jesús les responde sin rodeos sabiendo a lo que venían:

—La verdad es que ustedes me buscan, no porque han visto señales milagrosas sino porque comieron hasta llenarse. No trabajen por la comida que se acaba. Trabajen más bien por la comida que permanece y da vida eterna, que es la comida que el Hijo del hombre les dará. Sobre él ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación. (v.26-27)

Si esperabas que la gente se avergonzara, pues no fue así, se hicieron los desentendidos:

Ellos insistieron:

—¿Qué señal milagrosa harás para que al verla te creamos? ¿Qué puedes hacer? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: “Les dio a comer pan del cielo”. (v.30-31)

En pocas palabras, vuelven a pedir un milagro, pero ahora piden un menú diferente: maná, un pan dulce y pequeño que había caído del cielo en tiempos de Moisés. Si ayer el menú fue pan con pescado, hoy regresan por el postre. Jesús usa la ocasión para enseñarles que el maná no se trataba de llenarles el estómago. Ese pan era una representación antigua de él mismo, que un día vendría al mundo para dar vida eterna:

Jesús les respondió:

—Les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo. Mi Padre es el que da el verdadero pan del cielo. El pan que da Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.

—Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre, y el que cree en mí no volverá a tener sed. (v.32-33,35)

Para acortar la historia, la gente no quiso entender lo que Jesús quería decir. En el verso 52, siguen aún discutiendo. “¿Cómo puede este hombre darnos su carne como almuerzo?”

Ahora bien, ¿qué tiene esto que ver con dejar el pecado sexual?

Pues que quizás nosotros buscamos a Jesús para ayudarnos a dejar un hábito, así como esta multitud buscaba a Jesús sólo porque les había dado almuerzo. El problema no era que buscaron a Jesús para ser su proveedor. El problema era que exclusivamente querían que Jesús sacara pan dulce, pero no escuchar acerca de la salvación. Querían que Jesús se hiciera útil, pero no querían la relación con él. Nosotros también hemos buscado a Dios alguna vez con motivos egoístas. Oramos por un milagro, pero sin desear la relación.

Por ejemplo, si le prometes a Dios seguir yendo a la iglesia si tu pareja regresa a casa. Si oras fervientemente sólo después de un atracón de pornografía. Y luego te peleas con Dios porque no ayuda como querías. Yo lo he hecho así. El problema con este enfoque, es que cuando obtenemos lo que queríamos, ya no tenemos motivación para continuar la relación con Él.

Esta  relación con Jesús es indispensable para dejar el pecado sexual. Una relación íntima, especial, basada en amor. Una relación que él empezó amándonos primero, enviando a su hijo para morir por nuestro pecado.

Si la única ocasión en la que te interesa caminar con Jesús es cuando necesitas su ayuda en la tentación, entonces no estás teniendo acceso a la relación apasionada, fuerte, estrecha por la cual Cristo vino a morir por ti.

Y si no es por egoísmo, ¿entonces cómo empezamos una relación de amor con Jesús? Con arrepentimiento. Aceptando que aunque no hubieran beneficios, estamos urgidos de Su perdón. Con un corazón humilde y quebrado, que es lo único que podemos traer en esta relación tan desigual en la que él pone el sacrificio máximo y nosotros sólo tenemos una montaña de pecados para entregar:

Por eso, amados hermanos, gracias a la sangre de Jesucristo podemos entrar libremente en el Lugar Santísimo. Jesús nos ha abierto un camino nuevo y vivo a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo. Además, en él tenemos un gran sacerdote que está al frente de la familia de Dios. Y puesto que es así, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, ya que en nuestro interior hemos sido purificados de una mala conciencia y exteriormente hemos sido lavados con agua pura. Hebreos 10:19-22 NBD

Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. Salmos 51:17 TLA

¿Puedes hoy pensar en la forma en la que le pides a Dios que te ayude a dejar el pecado sexual? ¿Necesitas hacer un cambio en la forma en la que te relacionas con Él?