Hay una idea con la cual muchos jugamos en nuestra mente: Que las oportunidades para arrepentirse son ilimitadas. ¿Cuán cierto es esto?

Hay una historia en la Biblia sobre un hombre llamado Esaú. Nieto de Abraham, el patriarca de la promesa, Esaú nació pocos minutos antes que su gemelo, Jacob. El profeta Malaquías empieza su libro citando a Dios: “A Jacob amé pero aborrecí a Esaú”. Si ambos hombres tenían la misma crianza, ¿cómo pudo ser eso posible que uno fuera amado y el otro odiado por Dios?

Jacob no era una buena persona. Era un hombre interesado en las cosas espirituales pero también un mentiroso y conspirador. Sin embargo, era Esaú quien tenía un completo desdén por Dios.

Después de un día de cacería, Esaú se acercó a la tienda de Jacob a pedirle un tazón del estofado que éste estaba cocinando. Jacob, que seguramente vivía resentido del estatus de primogénito de su gemelo, le pidió que a cambio del plato, Esaú le vendiera su derecho de ser el hermano mayor. Esaú accedió a vender su posición espiritual en Dios, a cambio de llenar su apetito. Lo que para Jacob era un tesoro, para su hermano era una trivialidad.

Más tarde Esaú decide que quiere su primogenitura de vuelta. Pero el relato muestra que su interés era en sí por las riquezas que había perdido. No pudo arrepentirse sinceramente, porque las cosas de Dios no significaban nada para Él, y su propia vida profana lo había endurecido. Su propio corazón ya estaba lleno de amargura, pero no de arrepentimiento:

Ustedes saben que después, cuando quiso recibir la bendición de su padre, fue rechazado. Ya era demasiado tarde para arrepentirse, a pesar de que suplicó con lágrimas amargas. Hebreos 12:17 NTV

¿Se llega algún momento en el cual es demasiado tarde para arrepentirse? La respuesta segura es SÍ, hay un momento en el cual es muy tarde ya. Nuestra propia profanidad puede endurecernos tanto hasta nunca más regresar.

En Génesis 6:3 Dios dice,

Y el Señor dijo: “No va a estar mi espíritu peleando siempre con el hombre, pues él no es más que carne”.

El apóstol Pablo completa esta idea con un regaño en Romanos 2:4,

¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento?

Mientras pensamos que la ausencia de consecuencias indica que Dios nos va a perdonar todo, Él nos recuerda “esta rebeldía no te durará para siempre, si tolero tus faltas es para darte oportunidades de regresar”.

Quizás te ha pasado por la mente la idea de que aún no es el momento de volver a Dios. Piensas que todavía te falta bastante para disfrutar en pecado. Cuando estés listo (o más bien cuando ya lo hayas probado todo), vas a buscar el perdón de Dios.

Tal vez ya dejaste hace años tus hábitos de pecado, pero coqueteas con la idea darte una escapada. Piensas que cuando vuelvas, Dios va a hacer un balance entre tus buenos actos y las escapadas, y va a inclinarse por todo lo bueno que hay en ti.

Tal vez haber dejado una lista de “pendientes”, cosas que nunca probaste y que desearías haber intentado antes de haber sido rescatado por Dios.

Mientras tanto, Dios piensa “No voy a tolerar esto para siempre”.

El término griego equivalente a rechazado usado en el pasaje de Hebreos 12 que leíste, es la palabra adokimos. Es la palabra más horrible del Nuevo Testamento. Significa estar cortado, permanentemente separado de la vida de Dios en la tierra y destinado a una eternidad en el infierno, sin posibilidad de libertad condicional.

Ni tú ni yo estamos exentos de llegar un día a ese estado. El arrepentimiento es una práctica diaria, sin importar el momento de vida cristiana en el que estemos. Todo cristiano que atesora su salvación vive alerta, consciente de este principio:

Esfuércense por demostrar los resultados de su salvación obedeciendo a Dios con profunda reverencia y temor. Filipenses 2:12 NTV

Este pasaje no dice que haya obras que puedan salvarnos. Este verso dice que debemos vivir despiertos y alertas, con urgencia buscando el arrepentimiento a diario, mientras aún nos importe. Si se llega el día en el que ya no nos importe pecar, entonces ese día estaremos en serios problemas, en un estado adokimos. Será el día en el que cosechemos el fruto de haber tolerado nuestra propia incredulidad y nuestra arrogancia de jugar con el perdón, y haber dejado pasar las oportunidades para arrepentirnos.

¿Has pospuesto confesar tu pecado y abandonarlo? ¿Qué te detiene en este momento de regresar a Dios mientras aún puedes? ¿Estás jugando con la idea de vivir una vida cristiana con ciertos permisos?