El temor es una respuesta natural ante la amenaza (real o percibida) de un peligro, un mal o un dolor inminente. Seamos honestas, las mujeres tememos de casi cualquier cosa que se mueva, que exista o a veces que no existe. Le tememos a ser rechazadas y que nos excluyan de algún grupo social, le tememos al futuro, a no ser lo suficientemente bellas y bondadosas.

El temor se agrava si nuestro pasado incluyó vivir en un ambiente nocivo; con un padre alcohólico, enojado, impulsivo, agresivo y desafiante. Aprendimos a vivir bajo el temor y que este sentimiento dirija la mayoría de nuestras decisiones y relaciones.

Si llevamos el temor a nuestras relaciones, probablemente descubras por qué no puedes deshacerte de esa relación que tanto está dañando tu corazón. La respuesta al temor en las relaciones varía: algunas de nosotras queremos controlar a nuestra pareja creyendo que al tener el control no se irá de nuestro lado. Otras, podemos hacer lo que sea necesario (literalmente lo que sea necesario) para agradar a la pareja y evitar que se vaya; incluso si esto implica denigrarnos a nosotras mismas.

Una mujer salió por la tarde a sacar agua de un pozo cerca de su hogar. Mientras consideraba salir bajo el sol recordó que era la única hora en la que podía salir por agua. Ella era considerada lo peor en aquella ciudad, había tenido 5 esposos y la pareja que tenía no era su esposo.

En otras ocasiones, salió por las mañanas como todas las mujeres de la ciudad acostumbraban, pero recibió insultos y burlas. Palabras como “la adúltera”, sin duda lastimaban su corazón y le recordaban su pasado oscuro y su corazón tan insaciable de amor.

El temor apoderaba su vida por completo, le temía a la gente de la ciudad y principalmente le temía a la soledad. Nunca en su vida había estado sola, siempre había un hombre a su lado aunque el costo para su corazón fuera alto; siempre terminaba lastimada.

Salió a traer agua cuando un hombre le habló: “Por favor, dame un poco de agua para beber” (Juan 4:7) Sin duda que el requerimiento de este hombre le pareció extraño, generalmente los hombres le pedían otras cosas.

Inició una conversación entre aquel hombre y la mujer. Sin saber cómo ni por qué este hombre sabía su pasado y aun así seguía hablando con ella. La conversación dio un giro inesperado. Aquel hombre pronunció las palabras más poderosas que esta mujer pudo escuchar: “Yo soy el Mesías” (Juan 4:26).

¿De verdad? ¿El Mesías? ¿El Salvador del mundo hablaba con ella? Así fue. El hombre que la había formado desde antes de la fundación del mundo y que conocía su corazón mejor que nadie estaba delante de ella ofreciéndole una solución distinta. Ella había intentado satisfacer los deseos y necesidades de su corazón en muchos hombres, pero este hombre era diferente. Su nombre era Jesús y estaba dispuesto a rescatar su vida.

¿Te puedes sentir identificada con la historia? ¿Cuáles son los temores más profundos de tu corazón? Esos temores que te han llevado de relación en relación sin obtener realmente lo que deseas.

Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor. Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive  en ellos; y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto. Por lo tanto, no tendremos temor en el día del juicio, sino que podremos estar ante Dios con confianza, porque vivimos como vivió Jesús en este mundo. En esta clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios. 1 Juan 4:16-148 NTV

  • Coloca tu confianza en el amor de Dios.

Es inestable poner tu confianza en un hombre, los hombres y las mujeres fallamos. Nuestro amor nunca puede ser puro porque tenemos un corazón que tiende al mal y estamos en un mundo maligno. Es por eso que tu confianza debe estar en el Único que no va a fallarte.

  • Sólo en Cristo hay libertad para amar

Cualquier temor que estés experimentando y que te impide dejar esa relación dañina se irá solamente con Cristo; en Él no hay temor.

La clave está en regresar a Cristo. Si le has dado un lugar al temor, a las relaciones o al pecado sexual antes que a Cristo; es necesario que vuelvas a Él. Él es el único que conoce tu pasado y que no te condena. Empieza a ordenar tu vida, empieza a alejar el pecado de ti, pide ayuda para ser libre… regresa a Cristo.

Oro por tu vida pidiéndole a Dios que te de la fuerza necesaria para renunciar a todo lo que te aleja de Él. Oro con la plena seguridad que cuando vuelvas a Dios, Él te mostrará el camino para sanar tu corazón.