Como mujeres cristianas, estamos llamadas a dar fruto. Es decir a que nuestras acciones muestren que Cristo habita en nuestro corazón.

Un buen árbol produce frutos buenos y un árbol malo produce frutos malos. Un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Por lo tanto, todo árbol que no produce frutos buenos se corta y se arroja al fuego. Así es, de la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones. Mateo 7:17-20 NTV

Puedes notar que sólo hay dos opciones; producir frutos buenos o producir frutos malos. No hay un árbol que produzca las dos cosas a la vez. ¿Qué pasa si estás en pecado sexual? Sin duda, es muestra de estar produciendo un mal fruto.

Es más complicado si estás dentro de la iglesia y con un cargo específico dentro de la misma y a la vez estás en pecado sexual. ¿Qué tipo de fruto estás produciendo? Si no se pueden los dos a la vez, ¿cómo definirías el fruto que das? ¿Bueno o malo? Dejaré que respondas esa pregunta por ti misma.

Lee algunos ejemplos:

  • Una mujer que desea ser amada, busca atención sexual de un hombre porque esto la hace sentir amada.
  • Una mujer en una relación emocional o sexual con otra mujer porque se siente segura dentro de esta relación.
  • Otra mujer que ve pornografía y escapa a un mundo de fantasía porque aquí no experimenta el dolor de relacionarse con alguien real.
  • Una mujer que tiene conversaciones sexuales porque puede obtener lo que quiere sin dar algo a cambio.

¿Puedes identificar el tipo de fruto que ellas están dando? Relaciones sexuales fuera de matrimonio, atracción al mismo sexo, pornografía y conversaciones sexuales. ¿Te puedes sentir identificada con alguna de ellas?

Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón. Lucas 6:45 NTV

Este pasaje revela el porqué de nuestras conductas. El problema no es la conducta en sí, el problema es que nuestro corazón tiende al mal. Como mujeres tenemos deseos reales como la seguridad, el amor, la intimidad, el deseo de control, deseo de sentirnos bonitas, entre otras, que cuando se unen a nuestro corazón pecaminoso dan como resultado el pecado sexual.

Vuelve a los ejemplos anteriores e identifica cuál es el deseo que está tratando de ser satisfecho. Necesidad de amor, de seguridad, de relacionarse sanamente, de control. ¿Puedes sentirte identificada con el corazón de estas mujeres? ¡Seguro que sí!

En mi experiencia dentro del ministerio Libres en Cristo, he descubierto que es realmente difícil que una mujer acepte y reconozca su pecado sexual. Tengo muchas conversaciones con mujeres que me dicen: “No puedo dejar de hablarle, siento mucha ansiedad por llamarlo y saber cómo está”. “Me siento mal de ser la segunda, no sabía que estaba casado”.

No hay nada malo en estas conversaciones, puedo asegurar que el sentimiento de ellas es real así como su dolor y desesperación. Pero, hay algo mucho más grave en cada caso y es que el pecado está en medio de cada conversación. Yo quisiera decirles: “Estás en pecado con esa relación, él está casado. La fornicación es pecado”. “Estás en pecado, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son pecado”.

Sé que no es tan sencillo como se lee. Hay un factor emocional que bloquea la visión y por lo tanto el concepto de pecado versus santidad.

Quiero que me acompañes a lo largo de algunas lecturas que escribiré para poder entender tu corazón y la razón por la que caes una y otra vez en la misma conducta. Pero hoy quiero pedirte un favor, ¿puedes considerar el tipo de fruto que tu vida está dando? Si es pecado sexual, toma un momento para pedirle perdón a Dios por la conducta que te está alejando de Él.

Pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9 NTV

Hoy puedes ser perdonada a través del sacrificio de Jesús en la cruz. Su sangre te limpia de todo pecado y es suficiente para hacerte una mujer completamente nueva.

Hagamos una oración juntas: “Padre, reconozco que la conducta que muestro no es agradable delante de ti. Los frutos que doy no son dignos de una hija tuya y hoy me arrepiento por el pecado que he cometido. Entiendo que separada de ti no puedo hacer nada y sé que mi pecado me ha separado completamente de ti. Te pido perdón. Recibo tu perdón entendiendo que me haces completamente nueva y me limpias de toda maldad. Confío en ti, tú conoces mi corazón y sabes qué hay en mi interior. Muéstrame la maldad de mi corazón y el camino que debo tomar para depositar mis deseos de mujer en lugares correctos y seguros”.

El primer paso del camino a la restauración es reconocer que has pecado y buscar el perdón para tu vida que sólo Dios puede darte. Permanece en Él, Él hará.