En semanas recientes he escuchado historias de recaídas severas. Estas historias empiezan con frases como estas:

“Fui por un masaje, según yo era sólo un masaje en los pies, y no sabía que iba a terminar así…”

“Mi novia y yo nos quedamos en la misma habitación durante el viaje, pensamos que no iba a suceder nada…”

“Instalé esta aplicación en el teléfono porque todos en el trabajo la estaban comentando…”

Me decía un amigo al respecto, “ahora que te lo estoy contando, me escucho a mí mismo y me siento tan tonto, ¿cómo pude pensar que el resultado iba a ser diferente?”

¿Puede alguien echarse brasas en el pecho
sin quemarse la ropa?
¿Puede alguien caminar sobre las brasas
sin quemarse los pies?
Pues tampoco quien se acuesta con la mujer ajena
puede tocarla y quedar impune.

Proverbios 6:27-29 NVI

Muchos hemos estado allí. En ningún momento he sido inmune a este engaño. Es un estado entre arrogancia por creernos invencibles, bajar nuestros límites, curiosidad por el mundo, descuido en nuestra vida devocional y dudas si Dios sabía lo que estaba haciendo cuando prohibió acercarnos al pecado.

Por favor no pienses que estoy presentándote aquí “mi opinión” sobre la tentación. Estoy invitándote a que examinemos la Palabra de Dios y la aceptemos con todo el peso que trae. Son instrucciones no negociables de parte de Él. No hay en la Biblia espacio para caminar en la cuerda floja entre huir del pecado y exponerse voluntariamente al mismo. Todos los personajes bíblicos que cayeron en pecado sexual lo hicieron por jugar con los límites que Dios había establecido, y los que salieron ilesos, lo lograron por haber huido muy lejos.

Lee conmigo un ejemplo bíblico, la historia de José. Después de una serie de eventos, este muchacho resultó siendo vendido como esclavo en Egipto, muy lejos de su tierra. Un hombre llamado Potifar lo compró y lo puso en el servicio doméstico de su casa. Sin embargo las cosas tomaron un rumbo sexual cuando la esposa de su amo empezó a acosarlo:

José tenía muy buen físico y era muy atractivo. Después de algún tiempo, la esposa de su patrón empezó a echarle el ojo y le propuso:

—Acuéstate conmigo.

Pero José no quiso saber nada, sino que le contestó:

—Mire, señora: mi patrón ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha confiado a mí. En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?

Y por más que ella lo acosaba día tras día para que se acostara con ella y le hiciera compañía, José se mantuvo firme en su rechazo.

Un día, en un momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente, José entró en la casa para cumplir con sus responsabilidades. Entonces la mujer de Potifar lo agarró del manto y le rogó: «¡Acuéstate conmigo!»

Pero José, dejando el manto en manos de ella, salió corriendo de la casa.

Génesis 39:7-12 NBD

Tenemos poco espacio para narrar los eventos que se desencadenaron luego. Esta reacción le costó a José la libertad y terminó preso por mucho tiempo. Basta decir que años después fue nombrado gobernador en Egipto, libre y bendiciendo a los que intentaron dañarlo.

Pero por ahora, enfoquémonos en la actitud radical de José frente a la tentación: salió corriendo.

¿Cómo llega uno a tener una convicción tan fuerte? Pues habiendo tomado una decisión previa de huir. Habiendo aceptado que en una situación así sólo habrá dos opciones: Caigo o huyo. No hay “medio caigo y medio huyo”. Aceptar que necesito ser radical es una actitud de humildad y rendición ante Dios.

Conozco a un hombre que después de años de infidelidad, en arrepentimiento decidió ser radical para ser fiel a su esposa. Ha perdido varias oportunidades de viajar por motivos de trabajo porque le asignan a una colega para irse con él. Lleva años sin asistir a las fiestas de la empresa porque contratan mujeres de compañía para “crear ambiente”. Es cierto, se frustra un poco cuando piensa en los países a los que no ha ido, las experiencias que no ha tenido por causa de su decisión de no viajar. Piensa que quizás está perdiendo contactos de negocios en las fiestas a las que él no va. Pero admiro su entrega a Cristo y a su matrimonio. Y sé que confía en que Dios le dará mejores oportunidades para viajar y hacer su trabajo sin tener que ser infiel.

Su ejemplo me inspira a buscar esa “actitud de José”. Me hace preguntar cuan confiado estoy yo con mis límites, cuántas excusas invento, cuánto miedo me da ser radical. Pero también me ayuda a recordar que Dios nos fortalecerá para tomar este tipo de decisiones de antemano para cuando la tentación se presente.

¿Cómo estás tú en esta área? ¿Qué decisiones radicales te han ayudado? Comenta abajo.