Conocí esta semana a alguien que se inscribió con profunda tristeza en nuestro programa. Comentó su frustración porque sus relaciones de noviazgo han fracasado por causa del consumo de pornografía.

También he conocido personas tristes porque por la pornografía los ha separado de Dios por muchos años. Harían lo que sea para recuperar su relación con Él. Son personas que hacen cosas radicales como cambiar de empleo para estar lejos de las oportunidades para recaer.

Todos ellos se han inscrito en nuestro programa con lágrimas en los ojos. Pero las lágrimas salen desde dos pozos muy diferentes. Me explico:

La Biblia incluye dos cartas que el apóstol Pablo escribió a la iglesia en Corinto. En la primera, Pablo les llama fuertemente la atención porque se estaban dejando guiar por falsos maestros en cuestiones como sexualidad, idolatría y divisiones entre ellos. Las medidas correctivas de Pablo produjeron una respuesta de tristeza en los destinatarios. Después de que los Corintios fueron restaurados en Cristo, Pablo comenta en la segunda carta acerca de la emoción que experimentaron:

8 No lamento haberles enviado esa carta tan severa, aunque al principio sí me lamenté porque sé que les causó dolor durante un tiempo. 9 Ahora me alegro de haberla enviado, no porque los haya lastimado, sino porque el dolor hizo que se arrepintieran y cambiaran su conducta. Fue la clase de tristeza que Dios quiere que su pueblo tenga, de modo que no les hicimos daño de ninguna manera. 10 Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado salvación. No hay que lamentarse por esa clase de tristeza; pero la tristeza del mundo, a la cual le falta arrepentimiento, resulta en muerte espiritual.

11 ¡Tan solo miren lo que produjo en ustedes esa tristeza que proviene de Dios! Tal fervor, tal ansiedad por limpiar su nombre, tal indignación, tal preocupación, tal deseo de verme, tal celo y tal disposición para castigar lo malo. Ustedes demostraron haber hecho todo lo necesario para corregir la situación. 2 Corintios 7:8-11 NTV

Pablo explica que hay dos clases de tristeza, la del mundo, y la que viene de Dios.

El enfoque de la tristeza del mundo es el mundo mismo. Quienes la sienten temen perder cosas que el mundo ofrece: reputación, trabajo, dinero y amistades. Incluso temen perder el mismo acceso a pornografía – cualquier cosa que proporcione seguridad, comodidad o placer. Esta emoción produce más muerte, pues fluye desde el mismo egoísmo que anhela seguir viendo pornografía.

Pero Pablo explica que hay otro tipo de tristeza, la que viene de Dios. El enfoque de esta tristeza es Dios mismo. Esta tristeza produce vida, y viene del dolor de comprender que nuestro pecado rompe el corazón de Dios y que ya no tenemos una relación con Él. Aun cuando nadie nunca descubriera nuestro pecado, la comprensión de que estamos lejos de Dios nos rompe el corazón.

Y ahora bien, ¿cómo califico yo la tristeza que aún siento?

Honestamente, con esta lectura he descubierto que aún hay áreas de mi libertad que se sostienen por la tristeza del mundo. Aún lucho con la idea de que Dios me está privando de las “cosas buenas” que dejé atrás cuando vine a Él, la misma idea con la que la serpiente tentó a Adán en el jardín.

Reconozco que cuando escribo en este blog hay una voz interior que me pide que no destruya mi imagen. He tenido que pedir oración de mis compañeros de responsabilidad porque hay días en los que es mi amor por la restauración va en primer lugar, y mi amor por Dios en segundo lugar. Mi miedo de perder “los avances” que he logrado, es constante.

Te invito ahora a responder para ti mismo:

  • ¿Qué es lo que realmente me entristece de mi consumo de pornografía?
  • ¿Es mi miedo por las consecuencias más grande que mi tristeza por haber roto mi relación con Dios?
  • ¿Será mi falta de tristeza genuina lo que me ha impedido dejar de ver pornografía?