Hay cambios de conducta que un hombre empieza a notar en su pareja, que despiertan sus sospechas. No puede comprobar que su esposa tiene una relación con otro hombre, pero siente celos. Aclaro que no me refiero a los celos compulsivos de un hombre por causa de sus propias inseguridades. Me refiero a conductas en las que una mujer dedica a otro hombre la privacidad, atención e intimidad que corresponden solo a su esposo. Por ejemplo:

  • La esposa bloquea a su esposo del acceso a sus redes sociales.
  • Ella se aparta a hablar por teléfono en privado con determinadas llamadas.
  • Los hijos comentan que alguien viene con frecuencia a visitar a mamá.
  • Ella recibe invitaciones de otro hombre a eventos a los que su esposo no está invitado.

Por dudas como estas muchos hombres solicitan consejería en esta organización. Describen así su situación “No puedo comprobar que mi esposa me está siendo infiel, pero hay varias personas que me lo han dicho, incluyendo a mis hijos/la familia de ella, y su conducta ha cambiado mucho”.

Para agregar a la confusión, una mujer infiel puede mostrarse alterada, herida, y culpar a su esposo. Puede decirle cosas como “si llego a ser infiel es porque tus celos me empujaron a hacerlo”, o “tú eres el que está en pecado por tener celos de mi amigo”.

Esta respuesta es entonces para los hombres que preguntan “¿Cree usted que es un pecado que yo sienta celos de que alguien más la esté cortejando?”

Para tratar asuntos como la infidelidad o el divorcio, es necesario un enfoque que tenga a Cristo como centro. Recurrimos a la totalidad de las Escrituras como guía para solucionar. No tomamos pasajes aislados para sacarlos de contexto y hacerlos encajar, sino estudiamos todo lo que la Biblia dice sobre el tema para encontrar los principios de conducta, cómo éstos apuntan a Cristo, y cómo pueden aplicarse en la situación de una pareja.

En esa línea de pensamiento, uno de los pasajes de la Biblia que hablan sobre la infidelidad femenina está en Números 5:11-29. El ritual descrito ya no está vigente en nuestros días, pues estaba dirigido a los hebreos del Antiguo Testamento y necesitaba de un sacerdote para aclarar las dudas (un sistema religioso que ya no existe). Sin embargo estoy convencido de que el espíritu de esa ley nos apunta a Cristo y cómo puede un hombre enfrentar la infidelidad de su pareja hoy en día.

Puedes leer el pasaje completo al hacer clic en este enlace.

De este texto obtengo varias conclusiones,

  • En el Antiguo Testamento el cordero es un símbolo de Cristo. El sacrificio que hacía un sacerdote era una representación de que Cristo algún día moriría por todos los pecados. La intervención de un sacerdote en esta historia, y la necesidad de un sacrificio para tratarlo representa que solo Cristo puede solucionarlo, y  a la vez representa la necesidad de cuidado pastoral.
  • Adelantándome quizás a algunos lectores de esta nota, no creo que este sea un pasaje machista o sexista. La narrativa bíblica sobre infidelidad se refiere tanto a hombres como mujeres, pero en esta nota estamos respondiendo una pregunta específica: qué puede hacer un hombre con sus sospechas acerca de su esposa.
  • Este texto define la infidelidad como un pecado que no necesita ser confirmado por el que lo comete. Tampoco necesita ser presenciado por testigos para ser pecado. Un pecado es pecado por que no cumple con el estándar de Dios, no porque sea público o no. La sospecha o celos de un hombre se muestran como suficiente causa para traerlo ante Dios para pedir confirmación.
  • Dios usualmente por misericordia hace evidente una infidelidad, tanto para quien lo comete como para quien la sufre. Creo que la figura de este pasaje, “un vientre hinchado” representa la forma en que siempre se hace evidente el pecado oculto. Creo que hay un componente sobrenatural en cómo Dios revela las infidelidades, por su misericordia y amor por el pecador.
  • El versículo 31 dice “el marido será inocente de toda culpa, pero su esposa será responsable por su propio pecado”. El evangelio es una historia de responsabilidad individual; nadie será condenado por el pecado de alguien más. Un hombre no era culpado por sus sospechas.

 

Quiero usar las conclusiones anteriores para responder las preguntas que quizás tenga el lector:

  • “¿Estoy en pecado por sospechar que mi esposa me es infiel, aunque no tenga testigos?”

No, no es un pecado esa sospecha, más bien puede ser el inicio de la restauración de ella.

  • “¿Qué debo hacer con mis sospechas entonces?”

Traerlas a Dios como queja, y seguramente él revelará la verdad, a veces sin que tengas que intervenir. Si como resultado de esta confrontación tu esposa confirma que está con alguien más, necesitas apoyo. Un pastor o un consejero cristiano pueden orientarte sobre el camino que hay que tomar.

  • “¿Tengo yo la culpa por el pecado de mi esposa?”

No, la infidelidad de tu esposa no es tu pecado. Aun cuando las cosas en casa pudieron haber sido muy duras, la infidelidad no era la única opción que ella tenía. Pudo haberte confrontado, o pudo haber pedido ayuda por sí misma antes de pecar.

En algún momento puedes escuchar de tu esposa argumentos como “Si fui infiel fue por por tu descuido/ porque necesitaba comprobar tu amor/ para hacerte despertar, etc”. No hay forma en la que Dios te haga responsable por la decisión específica de ella de ser infiel.