Durante mis luchas  entregaba cuentas a amigos y mentores que están entre los hombres más astutos y capacitados que conozco. Pero yo nunca tuve el deseo de permitir que estos hombres entraran en mi corazón.

La mayoría de enfoques cristianos para dejar el pecado sexual incluyen la entrega de cuentas como un componente principal. La tragedia era que, como para muchos hombres hoy, mi comprensión de la entrega de cuentas era limitada. Esta entrega de cuentas es usualmente entendida en tres maneras.

Yo llamo al primer enfoque entrega de cuentas entre policías. Nuestros compañeros de responsabilidad representan la aplicación de la ley. Nosotros somos los ciudadanos con una tendencia a exceder los límites del comportamiento sexual apropiado. Cuando fallamos en cumplir las normas nos entregamos al oficial, que nos entrega una multa correspondiente a la falta. Me gustaría decir que la descripción anterior es sólo en broma, pero estaría mintiendo. Con esta estrategia esperamos que al compartir nuestro pecado con alguien y ser avergonzados, la próxima vez lo pensaremos mejor antes de cometer una infracción. Ésta entrega de cuentas es un evangelio de administración del pecado que es demasiado común, y plagado de problemas.

El problema más obvio es que todo adicto sexual es un maestro del engaño. Mentimos, es lo que los adictos hacen. Yo le he mentido a mi mejor amigo y a mi mentor. Otro problema es que este enfoque depende del refuerzo externo. Cuando éste se elimina, las conductas compulsivas y adictivas regresan porque no hay ninguna estructura o convicción interna que nos mantenga a salvo. Finalmente, el hombre que vive bajo la entrega de cuentas entre policías, eventualmente fracasará en una de dos maneras: Sufrirá de un sentido crónico de no poder dar la talla, lo cual sólo sirve para reforzar sus pensamientos centrales de vergüenza – o sucumbirá al orgullo, resultante de su destreza para administrar su pecado.

El siguiente enfoque es el que llamo entrega de cuentas con un entrenador. Nos vemos como jugadores del equipo de Dios con buenas posibilidades de lograr llegar a las grandes ligas de la espiritualidad. Cuando fallamos en nuestro desempeño, vamos rápido con el entrenador, que nos anima a recordar las reglas del juego, nos recuerda cuan campeones somos ya, nos manda de regreso al campo, y nos pide mantener la vista puesta en la pelota. Este enfoque implica que si invertimos suficiente tiempo, esfuerzo atención y porras entre nosotros, podemos ganar una victoria sobre el pecado y hacer que nuestras vidas funcionen. Este énfasis se preocupa menos con administrar el pecado pero más con la carrera sin final por ser “buenas personas”. Es el evangelio de la inspiración.

Pero ultimadamente cada hombre necesita entrega de cuentas a la manera de los cardiólogos. En medio de mi lucha, me hizo falta un lugar seguro para hablar sobre mi quebrantamiento. No tenía un lenguaje para hablar sobre mi corazón o mi vida interior. Nadie me preguntó si la lujuria era una lucha para mí. Nadie me preguntó por qué a los 23 años nunca había tenido una cita o una novia. Nadie me preguntó de dónde venía mi personalidad complicada. Necesitamos alguien que nos haga preguntas no sólo sobre nuestras conductas, sino sobre el corazón. Necesitamos a un amigo que nos pregunte sobre las mentiras que creemos. Alguien que nos ayude a interpretar las historias que contribuyeron a hacernos lo que hoy somos. Reconocemos que Jesús dijo que la inmoralidad sexual empieza en el corazón (Mateo 15:19), y es allí donde buscamos un punto de partida para sanar.

En un enfoque a la manera de un cardiólogo nos movemos de entregar cuentas a ser vulnerables. Exponemos lo que ocultamos, pero más que eso, reconocemos nuestro quebrantamiento. En vez de tratar de manejar nuestro pecado o inspirarnos mutuamente a ser obedientes, reconocemos nuestra necesidad de ser transformados. Empezamos a permitir a Dios, y a unos cuantos, a caminar adentro del desorden de nuestras vidas, y aprendemos que somos mucho más que la suma de nuestro quebrantamiento.

El ser cardiólogos espirituales no requiere que cada uno seamos un terapeuta profesional o un consejero. Empieza con la suposición de que nuestra vida entera, incluyendo nuestro quebrantamiento, es el terreno fértil en el que Dios crece en nosotros. Los únicos requisitos para convertirse en un cardiólogo de este tipo, son una curiosidad sana, un deseo de ser un amigo al que le importe la vida del otro, y una disposición para crecer en nuestra comprensión del proceso de transformación espiritual.