Hace unas semanas pasé por un fuerte tiempo de tentación, como no sucedía en años. Me encontré defendiendo en mi mente por qué es bueno pecar. Estaba tratando de convencerme de por qué no es bueno tener límites.

Considero que tengo talento para argumentar, que me ayuda en mi trabajo como consejero pero es mi tortura frente a la tentación, y tormento para mis compañeros de responsabilidad.

Empecé a creer que “la iglesia” era sólo una forma de restringir “mi felicidad”. Mi mente empezó a defender estas mentiras:

“No tener relaciones sexuales te está limitando en tu servicio como consejero. Por tu búsqueda de santidad no puedes conocer la profundidad de lo que otros están sufriendo.”

“No existen las consecuencias ni los castigos, Cristo me perdona y sigo viviendo mi vida.”

“Mis amigos que me advierten contándome del dolor por su promiscuidad, en realidad son egoístas y no quieren que yo disfrute mi vida.”

Dios en su gracia me proveyó en esas semanas con las verdades que limpiaron mi mente. Usó la predicación del pastor en día Domingo, el plan devocional que estoy siguiendo y a mis compañeros de responsabilidad.

Pero un episodio particular que me despertó, fue la sesión con el consejero al que asisto semanalmente desde hace un año. Su clínica está en el penthouse de un edificio de 11 pisos, y la pared entera es de vidrio, con un balcón que se extiende con vista al paisaje de la ciudad. Asisto al final de la tarde, por lo que se ve un atardecer espectacular en el ventanal durante mi sesión.

Ese día le comenté, “Ya dejé de creer en consecuencias, realmente no creo que algo malo me suceda si me involucro en pecado”.

Una de las cosas que agradezco de mi consejero es que toma en serio lo que digo. Él me retó con esta pregunta: “Vea el balcón detrás de usted, ¿cree que es buena idea saltar hacia abajo?”

Debo señalar que por muchos años fui maestro de primaria temprana, y apliqué esa técnica innumerables veces, como lo hacen tantos maestros y padres: Retar a un niño para ver si en realidad cometería una falta. Pero en el contexto de lo que hablábamos sobre sexualidad, me sentí realmente asustado. “No, no saltaría, moriría”.

El consejero me respondió, “Ernesto, usted no está obligado a saltarse sus límites, puede quedarse disfrutando el atardecer sin saltar.”

Salí de allí con una perspectiva diferente. En vez de ver mis límites como una camisa de fuerza, los vi como los espacios seguros de los cuales no estoy obligado a abandonar. Vi claramente el peligro que me espera afuera de ellos – y el amor de Dios en ponerme límites. ¿Por qué escoger saltar a la muerte espiritual cuando puedo escoger el placer en santidad?

Dios puso en mi corazón que en la Palabra hay muchos de esos límites de mi sexualidad, esos espacios que me protegen. Uno de esos estándares está en 1 Corintios 7:3:

El esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de su esposa, y la esposa debe satisfacer las necesidades sexuales de su marido. (NTV)

El esposo debe tener relaciones sexuales sólo con su esposa, y la esposa debe tenerlas sólo con su esposo. (TLA)

Sigue conmigo mientras explico tres límites protectores que encuentro en este pasaje:

1. “Debe tener relaciones sexuales” 

Una idea que se repite en las cartas de Pablo es la responsabilidad de un esposo. Incluye poner un alto a la pereza y el deber de proveer financiera, emocional, y sexualmente.

Es importante, dice Pablo: “debe satisfacer” – es necesario buscar y provocar el placer. Este lenguaje me quita la idea de una restricción, y me hace desear trabajar por eso.

Para mí el límite es claro. Como soltero no tengo el deber de proveer sexualmente para una mujer. Sin embargo, recibo de buen grado que Dios me está formando como un hombre responsable en otras áreas, como lo financiero y lo espiritual. Recibo bien la instrucción de mantener la pureza de mi impulso sexual no corrompiéndolo con pornografía. No debilitaré la energía que debería ser sólo para mi futura esposa, gastándola con una mujer que me permita corromperme con ella.

2. “Sólo con…”

Pablo es claro con este límite, “sólo con una esposa”, indica que las relaciones sexuales son monógamas y exclusivas. La palabra con indica que el sexo es en compañía y que es mutuo. Eso excluye la masturbación tanto para casados como para solteros, pues eso es sexo con nadie. Indica que no hay posibilidad de involucrarse en conductas como sexo en tríos, por ejemplo – algo que muchas personas que hemos atendido en este ministerio han aceptado como normal.

3. “…su esposa”

Ésta última frase explica que las relaciones sexuales son sólo dentro del matrimonio. No con una novia o una amiga, o con una mujer desconocida o con una fantasía. Indica que es entre hombre y mujer, lo que prohíbe relaciones homosexuales.

¿Qué opinas sobre esta perspectiva de los límites? Comenta.