Una de mis batallas más difíciles ha sido contra el auto-sabotaje. Cuando las cosas van bien, yo mismo hago algo para echarlas a perder. Cuando me siento fuerte en pureza, entonces hago algo para exponerme yo mismo a la tentación. Esto ha sido muy frustrante. Yo mismo me dejo perplejo cuando hago esto, y sólo con consejería profesional he podido identificarlo. Aquí quiero comentar una de las batallas que he tenido, mi intento de salvarme a través del ejercicio físico.

Hasta hace poco entendí la razón por la que caigo en auto-sabotaje. Resulta que tengo un ídolo, que tiene la forma de mí mismo. Es la futura versión de Ernesto Mejía, un yo tan perfecto que nunca más caerá en tentación. He trabajado duro para convertirme en ese futuro yo perfecto. Ese Ernesto supuestamente es mejor en emociones, habilidades y relaciones. Y nadie me ha traicionado y decepcionado más que ese futuro yo.

En esta nota me enfocaré en un solo aspecto en el que he querido ser perfecto y salvarme a mí mismo: Creo que si tuviera un mejor cuerpo y mejores habilidades atléticas, entonces nunca más caería en pecado sexual. Permítanme explicarme.

Uno de los complejos que han alimentado la tentación en mi vida, es la insatisfacción con mi cuerpo. Fui un niño con sobrepeso, y desde que tengo memoria, recuerdo que no quería ser así. En los primeros años de la edad adulta eso se convirtió en un sube y baja de problemas alimenticios. Fue también en esos años en los que empecé a ver pornografía. La combinación de auto-desprecio y mi descubrimiento del pecado en Internet, fueron una combinación mortal. Mi búsqueda de pornografía siempre fue hacia la gente “perfecta”. Mi pecado siempre fue una mezcla entre lujuria, envidia y auto-desprecio por no ser lo que yo veía en pantalla.

En algún momento me propuse cambiar eso. Sin darme cuenta, me prometí que cuando llegara a ser un hombre atlético, seguramente dejaría de sentir envidia, y por tanto dejaría de sentirme tentado, y entonces sería feliz.

Empecé a correr como forma de hacer deporte, y empecé a disfrutarlo mucho. Bajé de peso, y aumentó mi velocidad. Me inscribí en carreras cada vez más largas y más difíciles, hasta completar una maratón (42 km). Pero no me di cuenta que la felicidad que me estaba proveyendo el deporte, era en realidad el ídolo que se estaba formando en mi interior. Ahora finalmente era mi propio héroe, lo que siempre quise ser, y estaba listo para librarme tanto de mis complejos como del pecado sexual.

Pero como imaginarás, mi plan no funcionó. Por varias razones me aparté de las carreras, y caí en un profundo enojo y depresión por haberlo hecho.

Empecé a asustarme cuando notaba la ira que sentía contra los demás corredores, o cuando evitaba inscribirme en carreras en las que no creía superar mi récord personal. Un par de lesiones añadieron a la depresión y a la frustración. Perseguir metas deportivas aumentaba la tentación de compararme con otros, pues siempre había alguien más rápido, o con un mejor cuerpo. Y recordar que yo no era perfecto era la puerta de acceso para la tentación sexual. Ahora creo que la ira era contra mi propio ídolo me había decepcionado, contra el futuro yo en el que me estaba convirtiendo, pues ese Ernesto Mejia no había logrado librarme del pecado.

Esto no era sólo locura, sino algo peor:

¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. Jeremías 17:5-6 NBD

Yo confié en mí mismo, y mi intento por salvarme del pecado y de mis complejos a través del ejercicio, me hizo amanecer en ese desierto, en esas tierras de sal, donde nadie habita. Fue hasta hace poco tiempo que reconocí que aunque confesaba a Jesús como mi Salvador, aún tenía muchas formas de idolatrarme a mí mismo.

Ahora me gozo en que el evangelio, las buenas nuevas de salvación, llegaron a mi vida. Llegaron para transformar áreas específicas como las que estoy describiendo. El evangelio ha sido para mí un descanso. No en el sentido de siesta o vacaciones, sino en el reposo del alma que Cristo vino a traer al mundo. Yo necesitaba descansar de perseguir la salvación con mis fuerzas, y reconocer que sólo por medio del arrepentimiento genuino podía acceder a la cruz de Cristo. Necesitaba descansar de verme al espejo y creer que aún no era suficiente, y empezar a creer que Cristo es suficiente para salvarme y que ya me ha comprado, y me ha dado una posición inamovible a través de su cruz.

A veces aún batallo con la tentación de ser yo mismo mi solución, pero por gracia de Dios, voy avanzando.

¿Has estado luchando con esta ilusión de salvarte a ti mismo? Por favor comenta.