Es necesario deshacernos de la pornografía física o digital, pero la principal lucha es la batalla mental. Jesús explicó en el llamado Sermón del Monte que es necesaria acción práctica para deshacerse de las fuentes de pecado:

»Han oído el mandamiento que dice: “No cometas adulterio”. 28 Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.29 Por lo tanto, si tu ojo —incluso tu ojo bueno— te hace caer en pasiones sexuales, sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano —incluso tu mano más fuerte— te hace pecar, córtala y tírala. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Mateo 5:27-30 NTV

Para ser claros, esta no es una instrucción literal, pues cortarte un miembro no limpia el corazón. Como ejemplo: Un hombre ciego se inscribió en nuestro programa de consejería para luchar contra su pecado sexual. Su caso nos comprobó que el pecado no habita en los ojos, sino en el interior del hombre. No es no es necesario el estímulo visual para ser tentado desde dentro hacia la masturbación o las relaciones sexuales fuera de matrimonio.

Habiendo aclarado esto, enfoquémonos en tres enseñanzas que el pasaje anterior muestra sobre cortar con las fuentes de pecado. Primero, que es un asunto del corazón (v.28), segundo, que hay que tirar las fuentes de pecado para matar la esperanza de regresar a ellas (v.29), y tercero, que no es algo ligero, pues están en juego la vida eterna o la muerte eterna (v.30).

Las medidas de corte radical sobre las fuentes de pecado empiezan a aplicarse primero en el pensamiento. Ver pornografía es usualmente el último paso de una serie de pecados previos, otra docena de cosas se torcieron en tu corazón y en tu mente para el momento en el que ves el material. No tendremos victoria sobre el acto mismo si no vencemos primero en nuestra mente y en el corazón.

Hay tres hábitos de corte radical que podemos aplicar en nuestro pensamiento:

Primero, arrepentirnos de inmediato. El arrepentimiento no es un momento único en la vida del cristiano (como el bautismo en agua, por ejemplo), sino una práctica diaria (como el hábito de la oración), y usualmente se da en medio de los momentos de tentación. No es necesario haber cometido un acto como la masturbación para buscar el arrepentimiento. Esta búsqueda de Dios debería surgir en el momento en el que empieza una mínima tentación. Sin importar lo que estés haciendo, necesitas hacer un alto y pedir al Señor perdón por los deseos lujuriosos. Pide también poder para escapar de la tentación. Lee esta nota sobre cómo necesitamos pedir poder específico para tentaciones específicas.

Segundo, debes batallar con las Escrituras. Te pido que le quites el prejuicio a la memorización de las Escrituras, como si fuera una disciplina sólo de los ministros ordenados, o la gente “espiritual”. Ser radical en tus pensamientos es alimentarte a diario con las Escrituras, meditar en ellas y hacerlas propias. Así podrás traerlas a la mente cuando seas tentado.

Mi opinión es que Dios sabe que en medio de la tentación quizás no podrás recitar un pasaje sin equivocarte. Yo mismo me he encontrado recordando sólo el capítulo o el libro donde está el versículo. He notado que la repetición y meditación en el texto mismo enfría la tentación con mucha rapidez. La Palabra de Dios es viva y eficaz, siempre. Considera también parafrasear a propósito los versículos para orarlos, puedes ver ejemplos en este enlace.

Tercero, necesitas comunicarte con otros para pedir ayuda. El arrepentimiento y el uso de las Escrituras no están diseñados a funcionar sin una comunidad. Necesitas llamar a tus refuerzos cuando estés tentado, aunque no hayas terminado el pecado. Debes tener a varias personas a quienes les hayas pedido por adelantado ayudarte cuando estés en problemas. Es un gran error llamar “entrega de cuentas” al reporte varios días después de que ya pecaste.

Llamar a otros inmediatamente en medio de la tentación usualmente es desagradable. La otra opción – seguir hasta completar el pecado- es más atractivo. Por eso necesitas hacer el hábito de reportarte constantemente. Te reportas en las victorias y en los momentos donde no esté sucediendo algo particular, para que estés ya predispuesto a comunicarte en el momento en el que aparezca la tentación.