Muchos cristianos seguimos luchando con la culpa por nuestro pecado sexual, muchísimo tiempo después de haberle pedido perdón a Dios. Como pecador sé que la “sensación” de culpa es real y que es una tortura recordar una y otra vez lo que uno hizo. Pero estoy convencido que el sacrificio de Cristo fue suficiente para vencer esta sensación. Sé también que hay ciertos procesos de nuestro corazón que pueden distraernos de vivir como gente perdonada.

Explora conmigo estos factores:

 

La batalla no es en el campo de los sentimientos, sino en el de la mente.

La sensación de culpa puede ser abrumadora, pero no tiene la autoridad para guiar tus acciones. Siempre hay una autoridad superior.

La Biblia nos muestra que las emociones están sometidas a la obediencia de Dios, que “está encima de los sentimientos”:

Si nos sentimos culpables de algo, podemos estar seguros de que Dios no nos acusa de nada, porque él está por encima de todo sentimiento, y lo sabe todo. 1 Juan 3:20 TLA

Si te has arrepentido de tu pecado, y creído en Cristo como tu Salvador, la verdad ante la cual se debe doblegar tu sensación de culpa, es esta: “Dios no nos acusa de NADA, aun cuando sabe TODO”.

Es por eso que todas tus batallas serán ganadas en tu mente, y no en tu corazón, si dejas que te guíe lo que sabes (la Palabra de Dios) y no lo que sientes.

Te doy un ejemplo. Los domingos pueden ser los días en los que evites ir a tu iglesia por tu sensación de “ser sucio”. Esos días con todas tus fuerzas tendrás que vestirte e ir. Lo harás actuando no sobre lo que sientes, sino por lo que sabes en tu mente. Crees que te has arrepentido y que Dios no te acusa de nada, y que no te está impidiendo acercarte a él. Vas a caminar e ir aunque tu corazón se sienta abrumado, y vas a operar sobre lo que Dios dice de tu situación, y no sobre lo que sientes.

¿En qué ocasiones te toca a ti pelear una batalla similar?

 

Necesitamos predicarnos a nosotros mismos el evangelio.

La idea central de la Biblia y de la historia de la salvación son estas buenas noticias, lo que llamamos el evangelio:

Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. Sin embargo, en su gracia, Dios gratuitamente nos hace justos a sus ojos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. Romanos 3:23-24 NTV

Aquí está quizás el nudo de tus dudas: En realidad no crees que Dios dijo la verdad en el pasaje anterior.

Creer este mensaje profundamente sólo viene con escucharlo repetidamente. Como explica el apóstol Pablo, éste es un mensaje que no todos aceptamos:

Pero no todos han aceptado el evangelio. Es como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha creído al oír nuestro mensaje?» Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo. Romanos 10:16-17 DHH

La fe sólo puede venir por escuchar la Palabra de Cristo una y otra vez. Para mí, esto significa hablarme a mí mismo a diario: “Ernesto, aunque nunca pudiste alcanzar la meta de santidad de Dios. Pero por Su gracia él te permite arrepentirte. Ernesto, no tuviste nada que pagar en ese precio tan alto. Hoy vas a vivir un día entero sin esperar castigo por tus pecados, pues Cristo ya fue castigado por ellos. Ernesto, vive hoy con gratitud por eso, y actúa como un hombre perdonado.”

¿Cómo podrías tú predicarte este pasaje a ti mismo hoy?

 

Chequeemos nuestro Orgullo.

En ocasiones previas hemos comentado cómo el pecado sexual está fuertemente enlazado con nuestra falta de humildad. Cuando no podemos aceptar el perdón de Dios, de cierta manera estamos expresando “mi pecado es más grande y más fuerte que la gracia de Dios. Dios no tiene suficiente poder para limpiarme. Yo necesito hacer algunas cosas, pagar algunos castigos, para ayudar a Cristo con mi carga porque Él no es suficiente.”

Pero cuando no estás de acuerdo con Dios en algo, ¿adivina quién es el que está equivocado?

La gracia de Dios siempre abunda más que nuestro pecado. Siempre. A veces es nuestro orgullo se disfraza de dolor y victimización. ¿Quizás es el momento de seguir quebrando nuestro corazón ante Dios y pidiéndole a Él que nos conceda esa humildad que nos hace falta?

Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente. Salmos 51:17 TLA

¿Aplican estos factores en tu vida? ¿Cómo puedes empezar hoy a actuar para vencer esa sensación de culpa? Comenta.