Una de las preguntas más comunes después de descubrir la infidelidad de la pareja es: ¿Qué hice? ¿Por qué dejó de fijarse en mí? ¿Qué tiene la otra (o la pornografía) que no tenga yo? ¿Ya no satisfago a mi esposo?

Estas preguntas se complican cuando le damos respuestas como: “Si hubiera bajado de peso”, “si tan sólo hubiera tenido la casa ordenada”, “hubiera preparado mejores recetas de cocina”, “seguramente ya no soy atractiva”, etc.

¿Por qué tendemos a hacernos responsables por el pecado de otros? Déjame decirte (y me gustaría que lo anotaras en algún lado para que no se te olvide) que no tuviste ninguna responsabilidad en el pecado de tu esposo. Nadie, ninguno de nosotros estamos obligados a caer en conductas pecaminosas a menos que por voluntad propia lo hagamos.

Querida amiga, si no es tu responsabilidad el pecado de tu pareja, tampoco es responsabilidad tuya su restauración. Es por eso que debes dejar a un lado el deseo de ser complaciente con tu pareja para que éste “no se vaya con alguien más”.

Quiero ilustrar lo que escribo con un ejemplo bíblico. Jacob se casó con dos hermanas; Lea y Raquel. (ver Génesis 29 y 30). La Biblia dice que Jacob amaba más a la hermana pequeña, Raquel. Además, cada hermana tenía una sierva que pronto tuvieron hijos con Jacob. Es decir, Jacob amaba a una (Raquel) pero tenía tres mujeres más.

La Biblia dice que Raquel no podía tener hijos. Así que inicia una especie de “novela” entre Lea, Raquel y las dos siervas. Lea pensaba que compraría el amor de Jacob con hijos, Raquel se sentía inferior por no poder dárselos.

Me gustaría que te ubicaras en el papel de Raquel. Tu esposo se casó contigo porque te amaba, ¿cierto? Sin embargo, otras mujeres (o la pornografía) ocuparon parte del tiempo y el interés de tu esposo.

Cuando Raquel se dio cuenta de que no le podía dar hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y le dijo a Jacob:

―¡Dame hijos! Si no me los das, ¡me muero!

Pero Jacob se enojó muchísimo con ella y le dijo:

―¿Acaso crees que soy Dios? ¡Es él quien te ha hecho estéril!

―Aquí tienes a mi criada Bilhá —propuso Raquel—. Acuéstate con ella. Así ella dará a luz sobre mis rodillas, y por medio de ella también yo podré formar una familia.

Entonces Raquel le dio a Jacob por mujer su criada Bilhá, y Jacob se acostó con ella. Génesis 30:1-4 NTV

Raquel estuvo dispuesta a que su esposo tuviera relaciones sexuales con una sirvienta con tal de tener lo que quería. ¿Has estado en una situación similar? ¿Dispuesta a ceder lo que sea para retener a tu esposo?

Algunas historias que he escuchado de mujeres que toman el curso de Sanando un Corazón Roto, giran alrededor de complacer a su pareja. Otras ceden a ver pornografía con sus esposos y años después se dan cuenta que no pueden olvidar las imágenes que vieron. Algunas han cedido a peticiones denigrantes al momento de tener intimidad que se sienten culpables y sucias delante de Dios.

Otras, buscan hacer dietas extremas para mejorar su figura pensando que de esta forma volverán a ser atractivas para su pareja. O empiezan a atenderlos creyendo que de esta forma el esposo no se irá de casa.

¿Te sientes identificada? ¿Puedes pensar en algunas acciones que has hecho para complacer a tu pareja? ¿Puedes describir cómo te has sentido siendo complaciente? ¿Te has olvidado de ti misma para complacerlo a él?

Recuerda, no fue tu responsabilidad su pecado. No es tu responsabilidad su restauración. Nada de lo que hagas hará que tu esposo tenga cambios reales y duraderos. Los cambios vienen a raíz de un corazón arrepentido, un corazón que entiende que el pecado nos separa de Dios y de las personas que amamos. El cambio viene cuando entendemos que fuimos creados para darle la gloria a Dios con nuestra forma de vivir (Salmo 51:17, 1 Corintios 10:31).

Mientras sigas complaciendo a tu esposo, pierdes la oportunidad de sanar tu propio corazón. Te aseguro que te estás perdiendo de muchas cosas al complacer a tu pareja.

Te pierdes de una verdadera relación con Dios y por cierto que no necesitas hacer absolutamente nada para complacerlo a Él (Mateo 3:17). Te pierdes de iniciar con un proceso para sanar tu corazón, te pierdes de ser tu misma, de disfrutar a tus hijos, tu trabajo. De avanzar en el propósito que Dios tiene para ti y muchas cosas más.

Si te sientes identificada con esta nota, toma un momento para orar por lo siguiente:

  1. Pídele perdón a Dios. Por enfocarte en agradar a otros antes de agradarlo a Él.
  2. Entrégale tu deseo de complacer a tu pareja. Con honestidad, háblales de las conductas en las que has caído para agradar a tu esposo.
  3. Exprésale agradecimiento. No necesitas hacer nada para qué Él te ame.

Oro por tu vida.


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