Hace unos años, a una de mis hermanas mayores se le detectó cáncer de mama.  Fue una noticia terrible para todos.  Ella inmediatamente consultó con otros médicos, y el diagnóstico y la recomendación fueron lo mismo: una amputación. El doctor le practicó una mastectomía radical de ambos senos.

Como mujeres, solamente considerarlo, es doloroso física y emocionalmente. El cirujano, de verdad hizo un trabajo radical, tajante.  Quitó TODO. Una cirugía mayor.  Quizá hasta se deformó un poco su cuerpo, pero esa fue la recomendación. No tuvo  necesidad de todo el tratamiento post operatorio en estos casos. Después de varios años, sigue en control, y el médico le ha declarado sana, ¡gracias a Dios!

Hace dos años, a otra de mis hermanas le detectaron la misma enfermedad.  Su médico fue un poco menos drástico en el procedimiento.  Quitó solamente el pedacito afectado, él dijo que así es más moderno. El médico prefirió la opción más estética.  Por supuesto que ella tuvo que pasar por el proceso post operatorio de quimioterapia, radioterapia, y todos los efectos secundarios que esto implica, y aparentemente fue suficiente.

Pero al poco tiempo la enfermedad reapareció, y con mas fuerza, había quedado sin duda alguna célula propensa al cáncer, alguna pequeña raíz que no fue detectada en su momento. El médico recomendó otra vez varias sesiones de quimioterapia,  pero fue demasiado tarde.  La enfermedad había avanzado silenciosamente, invadiendo todo su cuerpo. Mi hermana falleció, quizás por error médico, de no haber cortado completamente toda el área afectada, aunque el procedimiento quizá fue bueno, pero no se atacó  de fondo, el origen de la enfermedad.

¡Que caso tan severo! Irreversible en su momento, solamente por una decisión a medias, de no eliminar radicalmente la enfermedad.

En este proceso de arrepentimiento y confesión, de vivir en libertad y de ir en pos de la santidad que todas estamos viviendo, muchas veces  no queremos cortar la raíz del problema, hacemos un sinnúmero de tratamientos superficiales, quizás dolorosos y con las secuelas respectivas, pero el “nudo” el cáncer allí está, y no nos atrevemos a cortarlo.  No queremos parecer anticuadas, queremos ser “modernas”.

Amputación es cortar, mutilar, anular toda fuente que nos permita, provea o conduzca al pecado, haciéndolo de una manera continua y permanente, severa, sin dejar residuos, poniendo límites físicos, emocionales, relacionales como barreras, para no tener acceso al mismo pecado de nuevo.

Si tenemos peso que nos detiene, no podemos levantar el vuelo, no importa que el viento del Espíritu Santo esté soplando, no podemos despegar, ¡estamos amarradas y no hay manera de soltarnos!

En 1ra. Samuel capítulo 15, se nos narra una historia muy intensa. Dios le habló al Rey Saúl a través del Profeta Samuel que fuera a destruir a los amalecitas, como castigo.  Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto caminaron por muchos años antes de llegar a la tierra prometida, y cuando pasaban por las tierras de Amalec, este ejército atacó sin haber sido provocado, a todos los débiles (sin duda a las mujeres y los niños que iban a la retaguardia, cansados y fatigados), y Dios le dijo a Josué que cuando entraran a la Tierra Prometida, que los debían que destruir, junto con todo animal de granja que poseyeran. Seguramente era un pueblo inmisericorde y sanguinario.

Años después como nación ya estaban organizados bajo Saúl, su primer rey. Teniendo un ejército fuerte, llegó el momento de obedecer a la instrucción que Dios les había dado con respecto a los amalecitas.

Después de una batalla contra los amalecitas, el rey Saúl obedeció solo la mitad de la instrucción. Guardó para sí mismo parte del ganado que le fue ordenado destruir. Samuel visita a Saúl y le pregunta una y otra vez por el ruido de los animales que escucha a lo lejos, por lo que Saúl argumenta que es para hacerle sacrificio a Dios. ¡Sé quedó con lo mejor de lo que se debía destruir!

Esta desobediencia fue cosa muy seria, y le costó a Saúl el trono. Ninguno de sus descendientes fue rey. Nuestra desobediencia para deshacernos del pecado es cosa igual de seria. Nuestra rebeldía y desobediencia, nuestra insistencia de no deshacernos del pecado ¡es lo mismo que el  pecado de adivinación y de adorar ídolos!  Eso es lo que mi Biblia dice, y yo lo creo.

¿Qué sucede cuando justifico que oculto algo, pero siempre está ese ruido constante de lo que quiero esconder?

Como ministerio, creemos que el Corte Radical es un principio Bíblico, una idea aplicada numerosas veces en la Biblia. Se repite en el Antiguo Testamento, en las enseñanzas de Cristo, en las epístolas de Pablo. Creemos que es necesario un entorno limpio de fuentes de pecado para buscar la santidad. Buscamos cada día quitar de nosotros todo lo que facilita el pecado sexual.

Con la muerte de mi hermana reflexioné mucho acerca de la naturaleza del pecado. Toda enfermedad física tiene una causa, y de la misma manera, la esclavitud al pecado tiene una causa, y sin duda tiene sus síntomas, por lo que es necesario buscar ayuda, ir al médico, seguir sus instrucciones,  usar un antibiótico, y muchas veces nos aburrimos de terminar el tratamiento… creemos que ya nos sentimos bien, que la fiebre ha cedido, nos excusamos con que nos daña el estómago, ¡y allí está el peligro!

De la misma manera al pelear contra el pecado sexual, es necesario buscar un remedio eficaz, efectivo, pero necesitamos terminarlo; no dejar a medias el tratamiento, entender que el virus es peligroso y puede volverse inmune, regresar con mas fuerza, y cuando esto sucede, se hace necesario un medicamento más fuerte.

Yo como mujer sigo en control para detectar cualquier signo del cáncer que se llevó a mi hermana. Y como cristiana, permanezco en búsqueda de todas las cosas que ocultaba para permanecer en mis hábitos nocivos. Por muy doloroso que parezca, estoy dispuesta a terminar el tratamiento contra el pecado. Quiero ser limpia por completo hasta el último rincón, según la voluntad de mi Dios.


Lidia Túchez, es mentora del ministerio Libres en Cristo desde 2008 ayudando en la restauración del área sexual de mujeres adultas. Es madre de 3 hijos y sirve fielmente a Dios desde muy temprana edad.