¿Has pensado alguna vez porqué deseas dejar el pecado? Puedes ahora mismo responderte esta pregunta.

Te dejo algunas respuestas que he recibido de mujeres que nos han escrito pidiendo ayuda:

Mi problema inició hace tres años luego de haber tenido una relación en la que mantenía relaciones sexuales. Luego este hombre me dejó. Traté de levantar mi ministerio en las artes ya que me encanta danzar para el Señor. Pero he tenido muchos novios desde los 15 años que fue cuando falleció mi padre. He visitado psiquiatras por este problema. Ahora el Señor me presentó un siervo, Hijo de pastores, consagrado. Y nos estamos conociendo. Todo ha sido bajo la cobertura de Dios. Quiero hacer las cosas bien esta vez sin acudir al pecado sexual para retenerlo.

Al leer esta historia, ¿puedes reconocer la motivación de esta chica para dejar el pecado sexual? Levantar un ministerio, tener una relación sentimental agradable a los ojos Dios, etc.

Lee la frase que escribió otra chica en su solicitud de inscripción en nuestro programa:

Vencí ciertas luchas, pero sanar y seguir sanando es importante para mí, compartiendo con los demás mi testimonio. Deseo ser pura para ayudar a otras personas dentro de mi congregación.

¿Cuál es la motivación de estas mujeres? Hacer funcionar un noviazgo con un muchacho. Tener un ministerio de restauración propio, o un ministerio en las artes.

La verdad es que todas estas motivaciones anteriores tienen una razón lógica. Pero quiero exponer el siguiente argumento no para criticar a alguien que pide ayuda, sino para que lo contrastemos con lo que la Biblia dice sobre la motivación correcta para dejar el pecado sexual. Encontrar esa verdad puede ser la clave para que tu libertad sea duradera, o solo temporal.

Leamos esta historia en el libro de Esdras. La nación de Israel había estado cautiva en el exilio. Cuando Esdras regresó a Israel a promover y reiniciar la reconstrucción del templo, sus enemigos los amenazaron con enviar una carta de denuncia al rey Darío. Este rey era el “dueño” actual del pueblo de Israel, el soberano del país donde estaban prisioneros, y quien les había dado “permiso” de regresar a reconstruir el templo en tierra que ahora era “prestada”. Estos enemigos enviarían esta carta para detener la reconstrucción del templo. Lee la respuesta de Esdras y de sus compañeros:

Ellos dieron la siguiente respuesta: “Nosotros somos siervos del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo el templo que, hace muchos años, edificó aquí un gran rey de Israel. No obstante, debido a que nuestros antepasados hicieron enojar al Dios del cielo, él los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien destruyó el templo y desterró al pueblo a Babilonia. Esdras 5:11-12 NTV

“Nosotros somos siervos del Dios del cielo y de la tierra”… ¡Me encanta esa forma de responder! Israel pudo haber dicho: “Vamos a reconstruir para que nuestras familias estén seguras”, “para tener un lugar en dónde adorar a Dios”, “porque a nuestro país le hace falta un templo”, etc. Cualquier respuesta era lógica, pero la motivación correcta era: “Por que somos siervos de Dios y Él fue quien dio la instrucción.” No importaba si la reconstrucción no dejara ningún beneficio para ellos o para sus familias, ellos obedecerían las instrucciones de Dios.

Piensa ahora para ti mismo.

¿Qué sucedería si Dios te estuviera pidiendo que dejaras el pecado sexual sólo por obediencia a Él, aún si no hubiera un beneficio para ti? ¿Estarías dispuesto? ¿Qué sucedería si Dios no te da esa relación sentimental que tanto deseas, ese ministerio, ayudar a otros, sentirte sin culpa, honrar a tus padres, etc.? ¿Aún así lo harías?

Aterricemos en la realidad: Por el pecado sexual estamos separados de Dios. No hay nada más catastrófico para el ser humano que vivir alejado de la presencia de Dios; sin Él no podemos hacer nada, estamos irremediablemente perdidos. Esta es la parte donde Dios nos pide obediencia para dejar el pecado. Nos urge no porque nos estemos perdiendo las recompensas pordejar el pecado. No se trata de obtener lo que deseamos como “premio” por arrepentirnos de nuestros malos caminos.

Sin embargo, Él mismo diseñó el plan para solucionar eso:

En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. Pero cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo. Tito 3:3-5 NVI

Hace unas semanas leí un versículo que conmovió mi corazón:

No quiero que mueras, dice el Señor Soberano. ¡Cambia de rumbo y vive! Ezequiel 18:32 NTV

Me imagino a Dios hablando con ternura casi suplicando con su mirada que abandonemos el pecado. Viéndonos “detestables y odiándonos unos a otros”, y decidido a mostrarnos misericordia. Y es que Él nos ama tanto que quiere una relación perfecta con su pueblo; no desea nuestra muerte espiritual. Pero la decisión la tenemos nosotros: cambiar de rumbo y buscarlo con arrepentimiento. Quizás rompa tu corazón diciendo que no es necesario que hayan recompensas para empezar a ser obediente. Pero conozco la misericordia de Dios, y puedo asegurarte que al obedecer a Dios habremos ganado absolutamente todo.

Para terminar piensa por un instante: ¿Qué significa para ti cambiar de rumbo? Esto es, hacer algo totalmente diferente y radical a lo que estabas acostumbrada a hacer. Eso es arrepentimiento genuino. Esto es obediencia. Considera:

  • ¿Significa reconocer que no puedes dejar el pecado por tus propios medios? ¿Pedir ayuda?
  • ¿Confesar tu pecado a alguien que pueda apoyarte en un proceso de restauración?
  • ¿Dejar esa relación que te impide avanzar?
  • ¿Decidir sanar el área relacional? ¿Te atreverías a estar un tiempo sin la necesidad de una relación sentimental?
  • ¿Adquirir un filtro para tus dispositivos móviles que te impidan el acceso a la pornografía?

Te puedo garantizar que los resultados de la obediencia son grandes y son los mejores que puedes esperar. En Dios, siempre hay esperanza.