En las últimas semanas he tenido presente un recuerdo. Esta anécdota refleja una de mis más grandes luchas, el ancla de mi pecado sexual: mi falta de humildad.

Ya estaba trabajando en este ministerio a tiempo completo. Nuestro pastor nos preguntó en un devocional: “¿Cuál es el pecado con el que estás luchando hoy?” con la intención de darnos seguimiento en nuestra mayor necesidad. Mi respuesta fue “NINGUNO”.

Me asombro cada vez que lo recuerdo.

No, ésta nota no es de falsa humildad esperando comentarios como “para nada Ernesto, tú eres súper humilde”. Quizás mis amigos más cercanos comentarían  “yo si viví esos días en los que nos veías como tus inferiores, y no sé cómo te toleraba”. Sí estaba convencido de que merecía muchos favores y respeto, y que era superior a los demás. Pero lo peor, en realidad sí estaba convencido de que estaba limpio de pecado.

He visto repetir mi historia en la mayoría de hombres a los que he aconsejado: Un hombre que lucha contra la pornografía piensa que ese es su único pecado.

La adicción al sexo está tan presente en cada minuto, que un hombre piensa que todo su pecado se reduce a eso. Así que cuando empieza a restaurar su vida, cree que su pecado se ha ido para siempre.

Dios sigue formando en mí la humildad de una forma muy severa y aún contra mi voluntad. Yo necesitaba un trato duro, pero también me ha mostrado su gracia.

Quisiera que tu también te preguntaras si el orgullo es el pecado que se esconde detrás de tus conductas sexuales. Pregúntate si la humildad es la herramienta que ha faltado en tu lucha por la santificación. Considera estas tres prácticas para que la humildad sea formada en tu vida.

 

Medita en la salvación

Incluye en tus prácticas devocionales meditar en ideas como “¿Por qué se molestaría Dios en salvar a un terrible, malvado, rebelde hombre como yo?”. Esta no es una idea de auto-sabotaje, sino es estar de acuerdo con la forma en la que la Biblia describe nuestra profunda necesidad. Si no fuese por Cristo, seríamos aún un desastre: “odiándonos unos a otros, engañados, esclavos”:

En otro tiempo nosotros también éramos necios y desobedientes. Fuimos engañados y nos convertimos en esclavos de toda clase de pasiones y placeres. Nuestra vida estaba llena de maldad y envidia, y nos odiábamos unos a otros. Sin embargo, cuando Dios nuestro Salvador dio a conocer su bondad y amor,él nos salvó, no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia. Tito 3:3-5 NTV

 

Menciona el pecado por su nombre

Aunque la adicción sexual puede definirse de muchas maneras, el evangelio nos muestra la verdad: Nuestra naturaleza pecaminosa sigue activa, y cada día necesitamos la cruz de Cristo.

Yo mismo consideraba definir mis recaídas como pecados como algo inapropiado. Pero sólo al llamarlos así se liberó en mí la capacidad de orar para pedir fuerzas específicas para vencer cosas muy específicas. Parece que mientras más ubico mis pecados más encuentro sus riquezas (Ef. 3:16), que se concretan en mi vida en forma de mentores, enseñanza en libros, destrezas que no poseía, etc.

 

Involúcrate en el servicio

El mismo corazón inmaduro que quiere gratificación instantánea con la masturbación, es el mismo que se irrita cuando alguien en le pide ayuda. Pablo nos da un consejo en Filipenses 2:3-4, que podría parafrasearse como “realizar actividades para avanzar las metas de los demás”. En este año incluye una posición de servicio en tu lucha contra el pecado sexual. No, no un puesto de liderazgo, sino un trabajo donde nadie te note. Enfócate en hacer mejor la vida de los demás mientras matas tu orgullo. Se intencional en ayudar en esas pequeñas necesidades de otros que tanto te irritan en casa o en el trabajo.

Oro hoy por tu vida y tu santificación.