La Biblia menciona que el deseo sexual es como un fuego que arde. En una nota anterior comentamos que ese fuego puede bendecir o destruir. La diferencia la hacen los límites que ponemos a ese fuego. Ahora comentaremos cuál es el combustible del deseo sexual que destruye y que mata. Y cómo nosotros mismos guardamos o aportamos ese combustible para que el pecado arda como un fuego que mata.

Lee los siguientes párrafos:

“Un amigo cercano es dueño de un rancho en Colorado. Hace siete años la región entera, incluyendo su rancho, fue infestada con escarabajos de pino – un insecto asesino de bosques perennes. Con tantos árboles infestados, dañados o muriendo, el rancho estaba en gran riesgo de sufrir un incendio catastrófico. Después de largas consultas con expertos forestales, mi amigo decidió que la mejor solución a largo plazo era cortar cada árbol muerto o infestado. Con un tremendo costo y después de incontables horas de trabajo, su rancho quedó libre del riesgo de incendio. Cientos de acres de montaña ahora están desnudos, aunque nueva vida está empezando a surgir en el terreno. Y cuando la temporada de incendios forestales comience, ninguna llama de los campos vecinos encontrará algo que consumir.

Ciertas condiciones hacen vulnerables a los pinos: Pobres condiciones de crecimiento, sequías, daño por el fuego y enfermedades en las raíces. Espiritualmente, nuestras almas se asemejan a ese bosque montañoso: El bosque interior de nuestras almas es usualmente fuerte y lleno de vida, pero como los árboles en el rancho de mi amigo, nuestras almas pueden secarse, dañarse y ser vulnerables. Bajo ciertas condiciones, la más pequeña chispa de deseo sexual puede prender nuestras partes más secas y vulnerables y quemar más allá de los límites sanos del deseo sexual, hasta provocar un daño profundo.”

– Michael J. Cusick, en El Sexo, Mis Deseos y Mi Dios

¿Cómo se parece tu corazón al bosque de esta historia? ¿Podrías identificar los troncos muertos, las ramas quebradas y partes secas de tu alma? ¿Cómo ha experimentado tu alma una sequía, enfermedad en sus raíces o pobres condiciones de crecimiento?

Si hay cosas secas y muertas en tu interior, el deseo sexual con el cual Dios te creó, puede convertirse en un incendio que te mate. Consumirá todo lo que está quebrado en tu interior, en vez de convertirse en un fuego santo en tu vida sexual.

Yo he pensado en mis propias “ramas secas”. Nunca serán excusas para recaer pero es innegable que alimentan el pecado:

1. Una personalidad frágil.

Mi tendencia es a ser fácilmente derribado por las circunstancias – y así fue como el sexo se convirtió en el refugio para no enfrentar la vida. No fue sino hasta hace poco que Dios empezó a desarrollar en mí un carácter sólido, y un sentido de tener raíces fuertes:

“Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu. Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes.” Efesios 3:16-17 NTV

2. La falta de perdón.

“Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.” Mateo 18:32-34 NTV

Los rencores son esos torturadores de mi alma. Mi consejero me ha ayudado a desarrollar mejores límites. Con su apoyo también descubrí que cuando alimento la amargura éstos límites desaparecen uno por uno. Primero se va el sentido de ser amado por Dios, luego la entrega de cuentas. Por último se va la entereza de carácter… hasta que digo “Seguro a nadie le importa si hoy recaigo”.

3. Los recuerdos que he acumulado.

“Las tentaciones son inevitables, ¡pero qué aflicción le espera al que provoca la tentación!” Mateo 18:7 NTV

Aún en el proceso de restauración, durante mucho tiempo alimenté a propósito la lujuria. Algunas veces justificando que la pornografía era “arte” y otras con la intención de “ayudar” a Dios, por miedo a perder la obra de restauración que Él ha hecho, pero el efecto fue muy contraproducente. Incluso si ya pasaron años, las imágenes que yo mismo puse en mi mente siguen siendo combustible para el pecado. Estaba pidiendo al Señor su libertad, pero acarreando yo mismo el combustible para quemarme.

Te animo a que dediques tiempo para reflexionar. Si comprendes tu quebrantamiento sabrás cuáles son esos árboles muertos que debes cortar en tu interior.

¿Podrías dejar un comentario sobre cuáles son las partes secas de tu corazón que prenden fuego cuando viene la tentación?